CARTA A MI PADRE

La pieza titulada Carta a mi padre surge de la necesidad de una despedida sin llanto.  A raíz de la muerte de mi padre realice una pequeña carta de despedida y posteriormente la combine con una carta reciproca que Kafka le escribe a su padre en 1919 dando como resultado un tercer texto que combina ambas lecturas dotandola de otros significados.

Hace dos semanas que murió papá

Queridísimo padre: Me siento tranquilo aunque un poco ansioso. Hace poco me preguntaste por qué digo que te tengo miedo. La tristeza y el dolor sale a cuentagotas, no logro entender mi estado de ánimo has trabajado a destajo tu vida entera, lo has sacrificado todo por tus hijos, lo que me ha permitido vivir «por todo lo alto», no he podido llorar ni un charco, he tenido completa libertad para estudiar lo que me ha apetecido, no tengo motivos de preocupación en cuanto al pan de cada día; la gente dirá que no te quise pero en realidad lo que de verdad sentía por ti era un inmenso respeto, yo siempre me he escabullido de tu presencia, refugiándome en mi habitación, en los libros, en ideas exaltadas; nunca he hablado abiertamente contigo, eras un hombre duro en tus buenos tiempos pero a mi nunca lograste engañarme, yo veía en ti a un niño indefenso, aunque parecieras un toro, tú no tienes en absoluto la culpa de nuestro mutuo distanciamiento. Pero tampoco la tengo yo, en absoluto. Algo no funciona entre nosotros. Respecto a mi, estaré bien, las cosas reanudaran su curso, me hará mucha falta tu presencia, ya no habrá quién me diga “chaparro” o “conejo” es una lástima, incluso alguien que sepa lavar la ropa o que hacer cuando se vaya la luz, pero también, como es natural, todos tus defectos y deficiencias, inherentes a esas cualidades, a que te incita tu temperamento y a veces tu irascibilidad. Tú eras para mí la medida de todas las cosas. Extrañaré decirte “ya llegue pa” cuando haya llegado de la escuela y respondas “si hijo, cena, allí hay pan” ahora que me doy cuenta que tus frases, tus palabras son lo que extrañaré más. Desde tu butaca gobernabas el mundo. Te agradezco tanto que quisiera llorar. Tu opinión era acertada, cualquier otra era absurda, exaltada, de locos, anormal. Y tu confianza en ti mismo era tan grande que no necesitabas ser consecuente para tener siempre razón. Podría maldecir tu enfermedad pero sé que todo fue consecuencia de tus actos y decisiones y no podría culparte por ello. Para mí siempre fue incomprensible tu absoluta falta de sensibilidad para echar de ver qué dolor y qué vergüenza podías causarme con tus palabras y tus juicios de valor. Yo te respetaba y también te apreciaba tú lo sabias, de igual forma yo sabía cuanto me amabas.


Padre, Graffito sobre papel canson, 21.5 cm x 28 cm, 2019